Un minuto inaudible.

Habitualmente mostramos nuestro respeto indignado guardando “un minuto de silencio”. Circunscribimos la protesta a sesenta segundos y su contenido al vacío. Propongo la insurrección de la voz hasta amoratar las cuerdas vocales, no para que nos oigan “quien tiene que oírnos”, sino para conquistar los derechos y las situaciones que debieran ser normales.

Si ante la muerte de la raza negra Martin Luther King hubiera callado el sueño que tuvo, seguiríamos guardando (en el olvido) minutos de silencio en veranos calientes en Balltimore. Necesitamos un grito y muchas gargantas.