Nada que os diga hoy os será ajeno. En lugar de hablar, que no me apetece, dejo este texto recogido en Rebelión.
11 de marzo de 2004
Madrid: rompeolas frente al terrorismo
Alberto Piris
La Estrella Digital
¡Madrid, Madrid; qué bien tu nombre suena,
rompeolas de todas las Españas!
La tierra se desgarra, el cielo truena,
tú sonríes con plomo en las entrañas.
El 7 de noviembre de 1936 así cantaba Antonio Machado al pueblo de
Madrid, que, bajo el fuego y la metralla, iniciaba la defensa de su
libertad frente a la invasión de los ejércitos sublevados que
avanzaban hacia el Manzanares.
Ayer, también la tierra se desgarró y el cielo tronó en Madrid, en
el otro extremo de la ciudad. Con plomo asesino en las entrañas, no
sonríe ahora Madrid sino que se duele, sereno y airado, ante la
mayor masacre que jamás el terrorismo haya perpetrado contra sus
ciudadanos.
Madrid, ahora, rompeolas frente al terrorismo, habrá de esforzarse
por conjugar la firmeza y el valor, huir de la paranoia contagiosa y
evitar caer en la trampa que atrapó a Nueva York y a EEUU tras el 11-
S: resignarse a perder, por miedo, las libertades personales
costosamente alcanzadas al paso de los años, haciendo así el juego a
quienes utilizan los repugnantes métodos terroristas para subyugar a
los asustados.
Todos los terrorismos son distintos. Al Qaeda difiere de ETA en
muchos aspectos esenciales. Pero todos buscan un mismo objetivo
inicial: sembrar el terror en la población. Un pueblo aterrado se
deja conducir pasivamente por sus gobernantes y abdica, aunque sea
parcialmente, de sus derechos, tras el señuelo de que es posible
eliminar para siempre y del todo el peligro terrorista.
Comienza así un engaño cuyos resultados últimos pueden ser peores
que los causados por el propio terrorismo. Porque la seguridad
perfecta es una vana ilusión en un mundo que todavía quiere seguir
siendo democrático y libre. La victoria en una «guerra» contra el
terrorismo no tiene más probabilidades de éxito que en la «guerra»
contra la pobreza, la delincuencia o el narcotráfico. Aquí es donde
se equivoca Bush y los que ciegamente siguen sus pasos, y piensan
que todo terrorismo desaparecerá invadiendo brutalmente otros países
y coartando las libertades ciudadanas del propio.
Enterrando a sus muertos y sorbiéndose las lágrimas que ocultan la
ira, Madrid ha de seguir mostrando que – rompeolas hoy frente a
todos los terrorismos – nada le hará renunciar a su valor más
inapreciable: la libertad para sus ciudadanos y su derecho a vivir
una democracia libremente elegida, pese a las brutales incursiones
de los que confunden la legítima acción política con la mortífera
deflagración de los explosivos