Lo que aprendí de política en el parque no lo aprendí en la universidad

No vale con estar. No vale con pasar, hay que vivir en un parque. Con los colegas y las colegas, con los que no lo son pero también viven allí contigo. En el parque podías aprender, sin ser protagonista de nada, sólo mirando. Podías ser un pringado como yo y dejar de serlo un poco. En el parque confrontabas temores, rebajabas tus humos, reías, crecías, llorabas. Aprendías que la vida sigue cada día muchos caminos diferentes de los que marcan las señales. Y mucha gente los transita. Conocías gente que se curaba al contacto con otra gente, gente que ya no tenía cura pero podía ser acogida, gente refulgir y peña a la que la vida ha pulido cualquier rastro de brillo.

En un parque construyes recuerdos que llevan pegadas canciones de guerra y camaradería. Esas que hoy te pones fregando para oler a tierra fresca. En un parque los raspones escuecen.. En un parque las ventanas vigilan, y encuentras los setos. En un parque aprendes lo que vale una fuente y que la mejor disposición de los bancos no es la que puso el Ayuntamiento, es la que vosotros decidís. Arrancando y plantando el banco de nuevo. En un parque intuyes que las verjas están para ser agujereadas.

En un parque aprendí todo lo que no me querían enseñar en la universidad. Aunque no tardé en encontrar, también allí, compinches de parques. En la universidad quisieron venirme con aquello de la distinción. Ya ves, que estar ahí significaba algo. Quisieron enseñarme a pensar al dictado. Mi universidad estaba lejos, en el campo. El tren entraba en un tunel y salía en una ciudad separada de la vida real. Pero siempre hay grietas: las trae la gente consigo.

Ahora sigo en una red social, la que permite parrafadas más largas, a gente que lleva a gala SER LA UNIVERSIDAD. Se esconden de la vida tras Gramsci, Foucault y el glosario de términos pedantes. Pertenecen a un partido político, a uno que quizá vote precisamente porque le he perdido el respeto al voto. Porque no cuesta ni vale. Cuando los leo pienso que pasaron por el parque de turistas. Para un botellón o para darse el lote, a lo sumo. Son esa gente que no cuidaba el parque porque no sabía lo que podían extraer de él. Son esa gente que mira a sus compañeros trabajadores de la universidad con condescendencia. Algunos ganan más que ellos, pero ellos apenas se matricularon en el doctorado se compraron un maletín de piel e irguieron la barbilla. Son los que cuando hay huelga en la universidad no van a la asamblea si no es para dar una clase. Venga, que ya lo sé, que no sois todos así. Pero existís cabrones, os veo cada día desde mi puesto de trabajo, y nunca os vi en el parque.

Un parque te vacuna contra los sabiondos. No impide que vayan a ser tus jefes, pero te ayuda a mantenerles la mirada. Entiendes que hay códigos que no se nombran, aciertas si te callas a tiempo, y te ilusionas con la admiración que sientes por otra gente. En un parque aprendes el valor relativo del tiempo. En una noche de parque, que todo lo iguala, te pones en la piel del otro. En una noche de verano, en el parque, conoces el tembleque de ganar en la vida por una vez. Eso es importante, te ayuda a mirar de frente.

En un parque puedes hacerte gregario, sufrir acoso o convertirte en un cabronazo también. Un parque no es un Edén, es un manojo concentrado de vida.

Un parque, o la calle, o la gente, toda la gente diversa. Instalarte en ellos, contaminarte y mancharte. Sólo eso te puede salvar, solo en esos lugares puedes aprender las cosas esenciales de la política y la vida. Al menos es lo que me sucedió a mí. A ser muchos, a escuchar durante horas a gente, a cooperar, a convivir con el conflicto como algo natural, a odiar a la policía y a tener enfrente al bienpensante. Dije política, quise decir decencia.

Carta abierta a la Revolución Democrática

asamblea

Grupo de Desahucios y vivienda de Tetuán celebrando el alquiler social de Ana | @TetuanResiste

Bueno, no tanto. A las compañeras que, provenientes de movimientos sociales, se han embarcado durante el último año en la tarea de construir candidaturas de unidad popular para el Ayuntamiento de Madrid. Mejor.

Ayer, en Eldiario.es, publicaba un artículo Carolina León, que es una persona a la que admiro y de la que he aprendido mucho. También con ese artículo, en el que solamente me chirriaba un párrafo, seguramente menor, dentro de una premisa que comparto con entusiasmo: la de Ser todas alcaldes de Madrid. Un detalle que, sin embargo, abunda en el meollo del subtexto que me ha animado a escribir esta carta a la Revolución Democrática:

“Allí, cada dos semanas en nuestro micro abierto, se han acercado vecinos y vecinas que han podido expresar sus quejas (pasados cuatro años aún queda alguno que nos pregunta «¿y esto qué es?» Y se queda): hablan de lo poco que les llega la pensión, de lo largo que se está haciendo el desempleo, de su incomprensión por las obras en las aceras en la avenida que nadie ha pedido, de los impuestos y tasas inasumibles, de la decadencia del mercado del barrio…

¿Y qué hemos podido hacer con ello?

Escucharles. A lo mejor preparar una campaña de panfletos y carteles –contamos con una unidad de propaganda envidiable donde las haya– . A lo mejor ir a la Junta Municipal a dejar un escrito del que nos contestarían algún día –o no–. Organizarnos. Apoyar.

Sabíamos, intuíamos, que se podía hacer más.

Si para «hacer algo más» había que asaltar las instituciones… no sabíamos cómo”.

Pero… Carolina :(

¿No podemos hacer más? Ya se hace mucho más que eso cada día. En mi barrio decenas de familias se procuran comida y libros de texto con el Banco de Alimentos Autogestionado ; en todo Madrid se okupan espacios para vivir –se cuestiona la propiedad privada, esto sí es revolucionario- ; nos pegamos con la administración mucho más allá de escritos para conseguir los REMIs que nos corresponden ; la gente se proporciona su comida con huertos okupados, como los de Manoteras…Y de forma asamblearia, osea ¡democráticamente!

Es poco para la que está cayendo seguramente, sí, pero forma parte de un pequeño movimiento transformador (revolucionario). Un movimiento transformador que ha removido los consensos sociales de la Transición y permeado las barras de estaño de los bares de mi ciudad. Un movimiento transformador en cuyo contexto muchas personas han agarrado las riendas de sus vidas. En compañía de otras, como cuentas en tu artículo. Un movimiento transformador que cuenta con redes de cuidados en los barrios ¿Qué ha permitido la aparición de un movimiento municipalista peleón? Muchos de quienes estáis en el meollo institucional diréis qué me vas a contar a mí. Me consta. Ya lo sabéis entonces.

La cosa no iba contigo Carolina, perdona que te use para un ¡jo! mucho más amplio. Va con el discurso prendido a gran parte de lo de la toma de las instituciones estos días. Hasta aquí hemos llegado con el Apoyo mutuo de base, ahora necesitamos entrar en las instituciones para poder cambiar el mundo. Bien sea para gestionar mejor los recursos públicos, bien sea para echar a la mafia, o como Caballo de Troya –hackeo-, según quien lo relate.
Yo a veces voto y en esta ocasión, os lo digo ya, os votaré. Pero no me vengáis con revoluciones democráticas por favor, esas cuando se produzcan. Ninguno lo diréis, claro, pero en este discurso hay algo de superación de fase y de pasar a jugar al patio de los mayores. De negación de la capacidad transformadora de otros trabajos dentro de los movimientos sociales. O así me resuenan muchas cosas.

El movimiento institucional aún no ha conseguido cambiar la realidad. Es pronto para juzgar que no lo conseguirá (y deseo que sea posible), pero está muy lejos de formar parte de una revolución democrática, muy lejos –desde luego- de serlo en sí mismo. Ojalá se ganen elecciones, se salven las trampas de las necesarias alianzas, podáis cortar los brazos de los mil tentáculos del sistema que os agarrarán los tobillos…y podáis empezar a cambiar cosas.

Entonces algunos seguiremos estando medio enfrente porque estamos por convicción al otro lado de los que mandan, aunque manden obedeciendo. No os lo toméis a mal, que ya os he dicho que os voy a votar pese a todo. Contradictorio que es uno.

En resumen: palabras muy gordas, un discurso superador…y gente susurrante que, de verdad, lleva ventaja en esto de los movimientos transformadores.

Arquitecturas efímeras como grietas en la ciudad oficial

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Debajo de mi casa hay un gran descampado, fruto de una operación inmobiliaria encallada. Cuando llegué a vivir aquí solía maldecir a los grupos de vecinos que dan de comer a los numerosos gatos que habitan lo que, en tiempos recientes, fue una calle, y hoy es un erial por culpa de la corrupción urbanística. Las vecinas –hay de ambos géneros, pero predominan las mujeres- suelen construir con material de obra abandonado pequeñas casetas, refugios para dar cobijo a las camadas gatunas. Modestísimas arquitecturas efímeras.

Yo venía pertrechado de serie con prejuicios que me alertaban de lo inconveniente de tener una población de gatos incontrolada junto a mi casa. Poco a poco, sin embargo, fui observando que en realidad no había ninguna razón importante que sustentara mis prejuicios: desde mi ventana veía vida en el descampado, mi hija fue familiarizándose desde pequeña con la presencia cercana de animales en libertad y he observado cómo se ha creado una pequeña comunidad vecinal, muy diversa, alrededor del rito de alimentar a los animales y adecentar el espacio. En un momento dado, el Ayuntamiento, que no mantiene el descampado más allá de una limpia anual, lo valló, y la comunidad de los gatos se las arregló para habilitar rápidamente nuevas entradas al solar. No sé si podríamos hablar de micro resistencia, pero desde luego hoy algo germina en un espacio vaciado por las máquinas excavadoras.

Las élites siempre han construido sus propias arquitecturas efímeras: los arcos del triunfo provisionales para desfiles, el pabellón nacional de una Exposición Universal o el montaje disneyficado de Cortilandia. En este caso, las arquitecturas efímeras se superponen a la ciudad ordenada, se adhieren a ella de forma planificada y su fin es reforzar el statu quo. Se retiran, como llegaron a ella, sin ningún tipo de conflicto.

Pero existen otros tipos de arquitecturas efímeras, las levantadas por la gente común, que plantean un conflicto para la ciudad ordenada desde su misma naturaleza: vienen a emborronar la planificación urbana, a resaltar sus carencias o, incluso, a combatirla.

Un buen ejemplo de arquitecturas efímeras, esencialmente idénticas, que se integran en la ciudad oficial o la desintegran, dependiendo de su relación administrativa con la misma, son los puestos de venta callejera. Su condición cae de un lado u otro en función de la tenencia o no de una licencia. La historia del Rastro de Madrid se puede leer desde la clave de la creciente normativización de estas estructuras temporales.

Es también efímera la morada hecha con materiales de derribo de quien carece de otro hogar, y puede ir, según su sofisticación, desde un envoltorio de cartones a lo que conocemos como una chabola. La violencia, estructural o directa, que habitualmente sufren sus habitantes es perversamente diversa: exclusión social, sufrir palizas, expulsión de la ciudad…Queda pendiente para otro momento hablar de la autoconstrucción y el urbanismo espontáneo, en el origen de casi todos nuestros barrios e indiscriminadamente destruido. Un urbanismo no efímero y, sin embargo, violentado para darle fin.

Hay muchísimos más ejemplos de arquitecturas efímeras populares. A lo largo de la historia han aparecido muchas veces vinculadas a las festividades populares. Un buen ejemplo que ha llegado hasta nuestros días lo encontramos en las Fallas de Valencia.

Y la barricada, claro, la arquitectura efímera más al extremo en la cadena de conflictos urbanos, estrechamente ligada a la historia de la ciudad capitalista.

El pasado domingo, 1 de marzo, unas doscientas personas acudieron a la llamada para reconstruir la casa de Ofelia Nieto 29, derribada salvajemente el día anterior por el Ayuntamiento y la Policía Municipal de Madrid. La reconstrucción popular de espacios vejados por las autoridades tiene antecedentes, como la obra en marcha del Centro Social Can Vies, en Barcelona, pero de lo que se trataba en Ofelia Nieto, al menos de momento, no era tanto de levantar una casa como de hacer un acto simbólico y organizar la resistencia. Se levantó un pequeño muro y se pintaron lemas en el solar ante la mirada de la policía.

Al día siguiente las grúas volvieron escoltadas por la policía a Ofelia Nieto 29, esta vez para desescombrar el solar…y acabar, de paso, con los restos materiales de la batalla simbólica que se había librado el día anterior. Adiós al precario muro, adiós al buzón que habían colocado los propios miembros de la familia propietaria de la casa entre aplausos.

Las autoridades saben de los caminos imbricados que siempre han recorrido la fiesta popular y el levantamiento. Durante el Antiguo Régimen era frecuente que los motines estallaran en coincidencia con fechas del calendario festivo (el Motín contra Esquilache estalla un Domingo de Ramos, por ejemplo). Lo de ese domingo, lejos de poder ser una fiesta, fue una celebración del apoyo mutuo y una representación simbólica de la resistencia que está por reavivarse en torno a un espacio.

No es casual que, durante el día, se cortara la calle, se gritaran consignas políticas y se organizara una manifestación a la Junta de Distrito para llevar parte de los cascotes del derribo. No es de extrañar tampoco que al día siguiente se destruyera la arquitectura efímera resultante de aquel día por parte del Ayuntamiento: saben lo poco que media de la celebración a la barricada.

El urbanismo defensivo es un callo de la ciudad

arreglaRecientemente se movió mucho en los círculos activistas de Madrid la magnífica campaña Arregla tu marquesina, de Distrito 14, un colectivo antifascista del barrio de Moratalaz. En la campaña se invita a eliminar el apoyamanos que, en las nuevas marquesinas de autobús que se han instalado en Madrid, impiden tumbarse a personas sin techo:

Las nuevas marquesinas de autobús suponen un mensaje desde el Ayto. de Madrid claro y directo para las personas sin hogar: además de no dejarles dormir bajo un techo digno, les impiden también hacerlo en estas marquesinas nuevas

Debido a ello, nos vemos en la obligación de responder al ayto con otro mensaje igual de claro y directo: la solución a la mendicidad no es la invisibilización de la misma, sino el cumplimiento de un derecho fundamental: el derecho a una vivienda digna.

Por eso, desde el colectivo de jóvenes de Moratalaz “Distrito 14” hemos decidido eliminar de manera simbólica esta medida «anti personas’, y denunciar el sistema capitalista que, teniendo más de 3 millones de viviendas vacías en todo el Estado, se preocupa más en desahuciar a miles de familias en vez de garantizar los derechos fundamentales de la gente.

La campaña iba acompañada de fotografías y vídeos de las acciones, que pronto fueron replicados por colectivos de los distintos barrios de Madrid.

Lo que aquí se denuncia es el llamado urbanismo preventivo o defensivo, que cada cierto tiempo se asoma a los medios de comunicación y resuena en los círculos más concienciados con lógica indignación, así sea ante pinchos metálicos colocados a las entradas de algunas casas y supermercados en Londres o del Burger King de Tribunal. La finalidad es evitar que el espacio sea utilizado por personas sin hogar para dormir o sentarse. Ligado a este fenómeno, y bajo la misma denominación, aparecen otras prácticas disuasorias, como los bancos de una sola plaza, que han proliferado mucho los últimos años.

Estos elementos llamados defensivos (y que más bien parecen ofensivos) podrían ser entendidos como callos de la ciudad, en el sentido de durezas anómalas, feas y cicatrizadas, que evidencian a nuestros ojos agresiones que cotidianamente se ofrecen de forma más sutil. El territorio se construye en las sociedades contemporáneas en base a discursos que dotan de ojos y brazos a la ciudad. Uno de los discursos que modelan hoy nuestras calles es el que troca desigualdad y pobreza por peligrosidad en la mirada del viandante. En aras de esta perspectiva securitaria, que todo lo impregna, se produce desplazamiento dentro del espacio urbano. Un desplazamiento diferente, en cierto modo, a la habitual expulsión de un barrio a otro: una segregación interior.

El callo del urbanismo defensivo, probablemente, nos permite asimilar la violencia simbólica, que se da en la ciudad, a la violencia física, encarnada en pinchos que entendemos lacerantes a simple vista, en objetos amenazantes que, como los cristales rotos de las viejas tapias, nos permiten identificar fronteras interiores.
Mientras caminamos indiferentes somos observados por cientos de ojos de cristal que nos videovigilan, mucha gente es parada por la policía por el color de su piel o su aspecto exterior, y otros son multados por tocar música en la calle o beber.

El urbanismo preventivo obedece a este mismo paradigma de control social y expulsión de la anormalidad. Son muchos los informes técnicos, congresos académicos o comisiones públicas que se dedican a crear la fraseología que luego planificadores urbanos y policías trasladan de la maqueta a la calle.

De alguna manera, surgen desde los años setenta distintas tendencias dentro de la criminología y el urbanismo que han venido condicionando los últimos años el diseño de nuestros barrios. Se puede indagar en el tema buscando referencias sobre geoprevención.

Ya en 1961 la conocida urbanista Jane Jacobs se había referido al control social informal en Muerte y vida de las grandes ciudades norteamericanas, involucrando al ciudadano en la empresa vigilante. En su opinión, hacer que la calle se utilice a todas horas para distintas actividades propiciaría que los mismos ciudadanos pudieran velar por un uso cívico de la misma. Oscar Newman definió en 1972 el concepto de espacio defendible, continuando la línea de Jacobs pero introduciendo ya la criminalidad en la ecuación.

En los setenta nace la CPTED (Crime Prevention Through Environmental Design), creada por el criminólogo estadounidense Clarence Roy Jeffery, que insiste en la idea de que se puede anticipar el crecimiento de la delincuencia con un ambiente urbano determinado. Basa su teoría en cinco principios básicos, que sirven tanto para edificios como para la ciudad:

  • Control de accesos
  • Vigilancia: la idea es posibilitar que en todo momento uno pueda ver y ser visto.
  • Refuerzo territorial: considera que existen marcas territoriales, unas positivas y otras negativas, que influyen en el comportamiento de los ciudadanos. Los graffitis son considerados marcas negativas, por ejemplo.
  • Mantenimiento de espacios públicos: para hacer posible los puntos anteriores.
  • Participación comunitaria: inducir al ciudadano en el circuito de control social.

Relación muy directa con la anterior tiene la conocida Teoría de las ventanas rotas (Willson y Kelling, 1982), que explica que un entorno deteriorado promueve los comportamientos incívicos. Se trata de una ocurrencia elevada por muchos al rango de explicación científica, que ha llevado a generalizaciones tan absurdas como la que afirma que la criminalidad bajó en Nueva York en los noventa porque se limpiaron los graffitis del metro.

El origen de la teoría es un experimento psicológico de Philip Zimbardo en 1969. Éste abandonó un coche el Bronx con las placas de matrícula arrancadas y las puertas abiertas. En seguida se empezaron a robar los componentes del coche. Posteriormente, hizo algo parecido en un barrio rico de Palo Alto, California, y durante una semana el coche permaneció intacto. Machacó entonces algunas partes de la carrocería con un martillo y el coche corrió similar suerte que el del Bronx.

James Wilson y George Kelling lo llevaron a su terreno, afirmando que si en un edificio aparecen ventanas rotas el resto acabarán siendo destrozadas por vándalos, que entenderán el descuido como señal de que nadie cuida del edificio. Y al revés, mantener siempre el edificio inmaculado alejará a las personas incívicas.

Esta teoría fue inspiradora de las políticas de Tolerancia Cero, aplicadas en Nueva York por el famoso alcalde Rudolph Giuliani (con Willson como asesor). Giuliani es conocido, además de por haber sido alcalde durante el 11S, por haber propiciado una expulsión brutal de los pobres de Manhattan y haber perseguido a todo tipo de minorías. El drástico modelo Nueva York fue imitado en muchas ciudades del mundo, y el mismo Giuliani se convirtió en un importante asesor sobre la materia, contratado en 2002 para implantar su Tolerancia Cero en México DF.

La teoría y la política han tenido muchas críticas. Además de los importantes componentes éticos, desde el punto de vista de la disminución del delito hay que decir que éste bajó no sólo en Nueva York durante los años noventa: también lo hizo en numerosas ciudades norteamericanas que no siguieron este tipo de políticas. Una de las críticas más frecuentes a la teoría es la inmensa simplificación que supone, obviando que casi todos los fenómenos complejos tienen un origen multicausal. Para estos años, por ejemplo, se ha señalado que el consumo de crack, tras los años iniciales de la explosión yonki, había ya bajado mucho.

En Madrid, en el año 2007, se editó el Atlas de la Seguridad de Madrid, elaborado por el Observatorio de la Seguridad del Ayuntamiento de Madrid. La comisión que se formó para su elaboración reunía a miembros de la policía municipal, a investigadores universitarios y al Área de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid. El trabajo se tradujo en un mapa de riesgos (en realidad muchos mapas, construidos con tecnología SIG), que pretende, con los datos de las intervenciones policiales, trazar relaciones entre el urbanismo y la criminalidad. El trabajo sirve de base para elevar propuestas de reforma de plazas y otros espacios públicos.

Las plazas duras a las que nos hemos acostumbrado durante las últimas décadas en Madrid (Callao, Santo Domingo, Luna y tantas otras en todos los barrios) responden, además de a un objetivo de rentabilidad de la calle – a través de su alquiler a terrazas y ferias-, a los criterios de vigilancia informal de los que estamos hablando. Un espacio desbrozado de árboles y de otros elementos propicia la visibilidad continua. El ver y ser visto: un espacio defendible, adecuado para la vigilancia informal de los propios ciudadanos imbuidos de la ideología de la civilidad y el miedo.

Un espacio desbrozado también de asambleas o botellones por las normativas municipales ; de actividad comunitaria por aridez y la falta de bancos…y de sin techo a través del urbanismo defensivo, callo de la ideología de la ciudad neoliberal del que hablábamos al principio

ALGUNAS PISTAS:
La seguridad en las ciudades: el nuevo enfoque de la geoprevención
Sobre el Atlas de la seguridad de Madrid
Las políticas de gentrificación en la ciudad neoliberal : nuevas clases medias, producción cultural y gestión del espacio público : el caso de Lavapiés en el centro histórico de Madrid

 

Brigadistas y mujeres extranjeras durante la Guerra Civil Española

El otro día las amigas del recomendable programa de radio feminista Sangre Fucsia me invitaron a participar en el programa que estaban preparando sobre las milicianas. Les mandé una pieza grabada. Os dejo aquí el texto que lei y cuando esté disponible el podcast lo añadiré al post. Un pedazo de honor: ya he participado en mis dos programas de radio favoritos.

Miliciana en la playa de Barcelona. Famosa fotografía de Gerda taro

Miliciana en la playa de Barcelona. Famosa fotografía de Gerda taro

 

A la Guerra Civil Española vinieron a luchar más de 35.000 voluntarios, procedentes de 54 países. A aquellos que se encuadraron en las llamadas Brigadas Internacionales, suelen sumarse otros que vinieron a título individual o por otras vías de la militancia política. Más de un tercio murieron aquí y entre 600 o 700 fueron mujeres. Mujeres profundamente imbuidas de antifascismo y de internacionalismo, que en muchos casos tuvieron que lidiar con el desprecio y la incomprensión por dejar su deber de cuidar a la familia y ocupar un espacio, el bélico, en el que históricamente ha reinado el hombre.

La norteamericana Lini De Vries, escribió en 1937 “Tal vez nunca más en la vida vuelva a estar con personas de tantos países y tan idealistas, inteligentes y nobles. Sin embargo, tenía complejo de culpabilidad por estar en España. Había dejado a mi hija pequeña en Estados Unidos, aunque estaba en buenas manos. Me debatía entre mi sentimiento de culpabilidad y el amor que tenía al servicio”.

Muchas de estas mujeres participaron en labores sanitarias, se ha llamado el mito del Ángel Curador, aunque en la misma línea de frente, no necesariamente en la retaguardia; otras participaron de labores propagandísticas – el Ángel de la Propaganda– y otras empuñaron, al menos durante los primeros meses, las armas.

A diferencia de la mayoría de las milicianas que participaron en la Guerra Civil, muchas de estas extranjeras pertenecían a la burguesía. Algunas de ellas de alta alcurnia, como Katherine Atholl, conocida como La Duquesa Roja, de rancio linaje escocés. Ya durante la Primera Guerra Mundial había convertido su castillo en un hospital. Pese a pertenecer al Partido Conservador y tomar el té con el primer ministro Chamberlein, fue una furibunda enemiga del no intervencionismo británico. En 1937 organizó la visita a España de una delegación de mujeres parlamentarias inglesas.

Sin embargo, muchas mujeres que vinieron a España provenían también la clase trabajadora. Es el caso de Salaria Kea o de Ethel MacDonald.

Salaria Kea nació en el estado de Georgia y vivió en Harlem. Trabajando como enfermera tomó conciencia de la discriminación a hacia los negros, se hizo comunista y, ya en 1935, se implicó en una campaña para organizar la asistencia médica a Etiopia, tras la invasión de Mussolini. En su propio país se le denegó el ingreso a la Cruz Roja, “tú piel causaría más problemas de lo que podría ayudar”, se le dio como única respuesta. En 1937 viaja a España con el célebre Batallón Abraham Lincoln, junto con doce compañeras y un equipo de médicos.

Otra mujer de origen humilde fue Ethel MacDonald, conocida como La Pimpinela Escarlata Escocesa o La Anarquista de Glasgow. Perteneciente a un grupo anarcomunista, decide pasar a Barcelona durante la guerra. Como no tenía dinero tiene que hacer todo el camino, a través de Francia, a pie. Allí se hizo conocida como locutora de radio, haciendo locuciones en inglés en Radio Barcelona, dirigida por la CNT. Durante los famosos hechos de Mayo de 1937, que suponen el final de la revolución anarcosindicalista en la ciudad y la represión de los militantes anarquistas, ayudó a muchos de ellos a escapar. Ella misma tuvo que pasar a la clandestinidad y fue hecha prisionera. Finalmente tiene que escapar a su país, donde es recibida como una heroína. La Anarquista de Glasgow es quizá una de las pocas mujeres que se convirtieron en leyenda viva y no ha habido que reivindicar pasados los años.

En el brigadismo hubo también un fuerte componente de aventurismo e idealismo, que hizo que vinieran a España muchos artistas y escritores.

Como Felicia Browne, pintora y escultora, británica y comunista, a la que sorprendió la guerra en Barcelona, a punto de asistir a las Olimpiadas Populares, que debían haber empezado el día que estalló la contienda. Decidió incorporarse a una columna del frente de Aragón, como muchos de los participantes en las olimpiadas. Murió intentando volar un tren franquista cargado de munición. Felicia reúne distintos estereotipos de bri gadista, es una intelectual pero también es una militar.

Entre las mujeres que pusieron su arte al servicio del activismo en España destacan las fotógrafas, como Katy Horna (o Gerda Taro y Tina Modotti, de las que hablaremos también). La húngara Horna aprendió a usar la cámara en un prestigioso taller de Budapest y en París, donde trabajó para la Agence Photo. Son famosos sus trabajos próximos al surrealismo como la imagen Hitler eye (que consiste en un huevo con bigote) o historias de amor entre verduras. Durante la guerra fue contratada por el gobierno de la República para hacer una serie de reportajes, que tienen el gran valor de mostrar la vida cotidiana y los ámbitos femeninos: la mujer amamantando, la mujer que lleva la comida al campo de batalla o los interiores después de los bombardeos. Ta ién colaboró con revistas anarquistas, ámbito en el que conoció al artista andaluz José Horna, de quien tomó el apellido y con quien se instaló en México después de la guerra.

No fueron pocas las mujeres que vinieron a España junto con sus maridos o parejas, y en algunos casos han quedado eclipsadas en las páginas de la Historia por ellos. Es el caso de la escritora Marthe Gellhorn o de la fotógrafa Gerda Taro. Marhe Gellhorn es considerada por muchos como la primera corresponsal de guerra (aunque la española Carmen de Burgos Colombine le disputa el honor). Tras su paso por España cubrió el Desembarco de Normandía, la liberación del campo de Dachau, Vietnam o Nicaragua. A pesar de ello es conocida por muchos por haber estado casada cinco años con Ernest Hemingway.

En el caso de Gerda Taro, no ha sido hasta los últimos años cuando ha empezado a tener el reconocimiento que su figura merece y, en todo caso, se la ha nombrado como la pareja de Robert Capa. En realidad, Capa fue una creación de la propia Taro: ella fue quien rebautizó a un joven Robert Friedman como Capa, pseudónimo que ambos utilizaron para firmar indistintamente, al parecer. Taro llegó en 1936 a España y se labró una merecida leyenda como reportera de guerra que terminaría un año después, cuando muere aplastada por una tanqueta en Brunete. En 2007 fue noticia mundial la aparición en México de una maleta con 4500 negativos del maestro Capa. Luego se ha ido sabiendo que muchas de las fotografías pertenecen a Gerda Taro y a otro fotoperiodista, Chim.

Dos de mis figuras favoritas, de entre las mujeres extranjeras que vinieron a luchar contra el fascismo y por la revolución, son Tina Modotti y Emma Goldman.

A La Modotti llegué porque todos los días pasaba por el colegio de los Salesianos, en la calle Francos Rodríguez, en Madrid. Cuartel del Quinto Regimiento, origen de las milicias populares y lugar donde están tomadas muchas de las imágenes de milicianas de mono azul. Aquí y en el próximo hospital que el Socorro Rojo instaló en Cuatro Caminos pasó sus días en Madrid. A partir de esas piedras tiré del hilo de Tina Modotti y a partir de ella del resto de mujeres de las que estoy hablando ahora

Aquí vino en 1936, pero su figura trasciende con mucho la historia de España. Neruda le dedicó un poema, el que contiene el conocido verso “¿Por qué el fuego no muere?”, trabajó como actriz en Hollywood (de origen italiano, había emigrado a Estados Unidos de pequeña), vivió la bohemia y se hizo fotógrafa. Luego se pasó al activismo en México, donde frecuentó círculos revolucionarios, a Diego Rivera y a Frida Kahlo, viajó a la Rusia soviética…En fin, una biografía increible que está recogida en un libro no menos increíble de Elena Poniatowska : Tinísima.

Y de Emma Goldman qué decir, la prensa norteamericana la bautizó como La mujer más peligrosa del mundo, pero podríamos añadir que fue también de las más fascinantes. La conocida anarquista, en cuanto estalló la guerra -y la revolución- intentó instalarse en España. No lo consiguió pero vino varias veces. En una de ellas estuvo en el frente de Aragón, donde quedó muy impresionada por las colectivizaciones e hizo buenas migas con Durruti, al que dedicó un entusiasta artículo tras su muerte.

Y muchas más. Me produce sonrojo que, intentando visibilizar la historia de las mujeres que vinieron a luchar, queden otras sepultadas, quizá por no ser intelectuales o, simplemente, porque sus biografías están por rescatar.

La historiadora Angela Jackson ha recopilado numerosas entrevistas a brigadistas británicas. En ellas hay una constante: la Guerra Civil marcó su vida para siempre. Muchas de ellas siguieron organizando la ayuda humanitaria cuando se fueron , estuvieron con los refugiados españoles de campos franceses como Argelés y acabaron en la Segunda Guerra Mundial, algunas, en campos de concentración.

En la mayoría de los casos han dejado su historia en memorias o correspondencia, pero no hicieron, tampoco las que eran intelectuales, de la Guerra de España material de su gran obra épica, como Orwell o Hemingway. Sus nombres no están grabados en placa alguna ni impresos en las páginas de la Historia más que como notas al pie. Por eso es de justicia que aprendamos a decirlos en voz alta.

La ciudad sin espacios para el conflicto

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Uno de los mantras del discurso sobre el espacio público es la falta de espacios para la convivencia. Plazas, en un sentido casi más filosófico que urbanístico, si es que ambas cosas se pueden separar. Mucho menos se habla de la ausencia de lugares para el conflicto, siendo como es éste un ingrediente necesario contra la esclerotización de cualquier sociedad y para la oposición a las estructuras de dominación.

En primera instancia podríamos decir que ambas faltas son casi lo mismo: los espacios de desempeño de fricción social son el abono para la política. La plaza, de nuevo, donde cabe el desencuentro con nuestros semejantes y también la toma de postura común –política- contra el poderoso. Probablemente algunas de las conspiraciones antagonistas más audaces se habrán forjado en la cadena de montaje, la cafetería de la universidad o el patio del colegio.

Lo interesante de poner el acento sobre el conflicto es desenmascarar, también semánticamente, el telón discursivo que impide pensar en el conflicto como instrumento de cambio social.

La ciudad, pretendidamente de clase media y desconflictivizada, precisa del control y la represión. Son bien conocidas las teorizaciones sobre el desarrollo capitalista de la ciudad desde la reforma de Haussmann en París. Bulevares amplios para evitar barricadas y lanzamientos desde las ventanas, vías rápidas para el tránsito de mercancías. No insistiremos en ello.

Delegamos la gestión del conflicto en el Estado y en otros mediadores. Si tenemos que decirle al vecino que acabe ya la fiesta lo haremos hoy a través de un policía. Cada aspecto de lo que se puede hacer o no en la calle está reglamentado en nombre del civismo y la convivencia. Recientemente ha salido en prensa la intención de poner un límite de velocidad a los peatones en Madrid y, en general, las Ordenanzas Cívicas se aparecen como uno de los más acabados instrumentos de control social de baja intensidad, íntimamente relacionadas en la cadena panóptica con leyes abiertamente represivas como la llamada Ley Mordaza.

La ciudad diseñada como un continuo para la circulación niega el espacio público. De convivencia y conflicto. Un elevado porcentaje del espacio urbano está hoy ocupado por vías para la circulación rodada, y las aceras están hechas a imagen y semejanza de las carreteras. El coche es un espacio para el encontronazo sí – bajaremos la ventanilla e insultaremos- pero no para el conflicto entendido como un hecho social desarrollado, que incluye negociaciones, rechazos, concesiones…Por las aceras se circula como por una cañada cuyas únicas postas son los distintos espacios comerciales al paso. Un desconocido que te habla en la calle es un loco. El running ofrece, como última moda masiva, una buena metáfora de nuestro transitar autista, mercantilizado y presuroso. Con los cascos puestos.

Una genealogía de la lucha revolucionaria contra los desahucios

conventillosA estas alturas poca gente cuestiona que el movimiento por la vivienda ha sido el gran impulsor del ciclo de apoyo mutuo e incipiente sindicalismo social post 15M. A su alrededor ha ido brotando toda una red de sujeción ante la emergencia social (bancos de alimentos autogestionados, okupaciones, oficinas de derechos sociales…). Sin embargo, el movimiento traspasa la condición de dique : ha sabido dotar a la gente de herramientas de organización política y ha generado auténtico consenso social antagonista.

Hay quien cuestiona el carácter revolucionario del movimiento, y es cierto que por sí mismo no modifica la estructura social –si bien cuestiona pilares tan fundamentales como la propiedad privada- pero parece un impulso suficientemente transformador como para pensarlo revolucionario ¿A condición de qué? De empotrarlo en un contexto más amplio a medio construir ¿A imagen de qué? De numerosas experiencias históricas que dibujan la trayectoria de la lucha por la vivienda, y contra los desahucios, como una herramienta política de cambio social.

La cuestión de los desahucios –en el inquilinato, que equivalía a decir hasta hace pocas décadas la forma de vida de casi toda la clase trabajadora- puede incardinarse fácilmente en el relato histórico de las luchas populares. Las semejanzas con la actual lucha por la vivienda son, en muchos casos, sorprendentes: las presencia preponderante de las mujeres en el conflicto, el recurso a la acción directa, el fuerte componente libertario de su organización, el ser respuesta a una coyuntura de emergencia social y el devenir en luchas políticas más amplias, son hilos de continuidad que podemos ver sujetando  las luchas actuales.

En la huelga de Glasgow de 1915

En la huelga de Glasgow de 1915

Ya en la Comuna de París (1871), el asunto de la vivienda tuvo una importancia central, procediéndose a la cancelación de los alquileres adeudados de vivienda. Manuel Castells llegó a decir hiperbólicamente que “la comuna es la huelga de alquileres más reprimida de la historia”. Sería el siglo XX el que vendría, sin embargo, a alzar la importancia de las luchas organizadas por la vivienda.

Una de las primeras movilizaciones importantes conocidas, despertando el siglo, se produjo en Buenos Aires. En 1895 la población de Argentina se había duplicado en 25 años y lo haría de nuevo durante los siguientes 20 años. La respuesta al aluvión fueron los conventillos y las casas de inquilinato, que recuerdan a nuestras casas de vecindad y a otras soluciones de hacinamiento. Frente a los palacetes de estilo francés de las élites, se aparecían decadentes los conventillos para trabajadores recién llegados. Albergues asentados en las antiguas casonas nobles de la ciudad, cuyos habitantes habían abandonado el centro para construir sus propios barrios lejos del pobre. En cada conventillo podían vivir hasta 350 personas (10 u 11 personas en una misma habitación). Entre los inmigrantes abundaban los españoles y los italianos, pero había presencia de muchas más nacionalidades.

Huelga de Inquilinos en Santa Cruz de Tenerife. Primera página del periódico ABC de Madrid, julio de 1933. | foto tomada de campocomun.blogspot.com

Huelga de Inquilinos en Santa Cruz de Tenerife. Primera página del periódico ABC de Madrid, julio de 1933. | foto tomada de campocomun.blogspot.com

En 1907 estalló la huelga de inquilinos de la ciudad de Buenos Aires, con fuerte presencia socialista y, sobre todo, anarquista entre sus protagonistas. Se reclamaba el descenso de los precios de los alquileres y vino motivada por una subida pactada de los caseros. Los habitantes de los conventillos se negaron a pagar los alquileres, presentando pliegos de condiciones a los caseros con demandas de mejora de las insalubres viviendas, además de petición de rebaja de precios. La huelga llegó a afectar a unos 2000 conventillos y a movilizar a 120.000 personas (un 10% de la población de Buenos Aires).

La prensa cubrió prolijamente la huelga, destacando los enfrentamientos que se producían entre mujeres y policías en los desalojos. La mujer, como actualmente en el movimiento por la vivienda, tuvo un papel destacado. Se produjo también la llamada “marcha de las escobas”, en la que mujeres y niños recorrieron el barrio de La Boca empuñando sus escobas “para barrer a los caseros”. Valga este fragmento de prensa de la época para entender la intensa participación de mujeres y niños en los conflictos:

en la calle Defensa existe un conventillo cuyo encargado quiso sentar plaza
de hombre guapo, golpeando bárbaramente a un muchacho de tierna edad. (…) A
las valerosas mujeres, después de derribarlo al suelo impidiéndole todo movimiento,
se les ocurrió la humorada de quitarle los calzones, largándolo en tal facha a
la calle, provocando la risa de todos los espectadores de este curioso y divertido
sainete

Se consiguieron mejoras pactadas a título individual, aunque los precios no dejaron de subir y la desaparición de los conventillos vino dada, finalmente, por la construcción de suburbios.

En 1907 se produjeron también huelgas de inquilinos en otras ciudades, como Viena o Budapest. Dentro del mismo ciclo podríamos enmarcar la pionera huelga de Barakaldo y Sestao, en 1905, cuando unas 2.000 familias paralizaron la actividad económica del Gran Bilbao durante casi un mes. Como en todos los ejemplos que estamos viendo, fueron las mujeres las de mayor protagonismo, llevando a cabo lo que hoy entendemos exactamente por un stop desahucio: convocar a la multitud a rodear la vivienda del jornalero al que se pretendía desahuciar. La resistencia de los huelguistas llegó a ocasionar la declaración del Estado de Guerra.

En el contexto de la Primera Guerra Mundial se producen numerosos casos de huelgas de inquilinos y la organización del movimiento obrero entorno al asunto. Los precios de los enseres básicos habían sufrido grandes subidas por la especulación acarreada por la demanda de importaciones a los países en liza. En España, por ejemplo, esta inflación se encuentra en la base de la Huelga General Revolucionaria de 1917. En este contexto, el precio de los alquileres también subió mucho.

En 1915 el problema de la vivienda y, concretamente, de los alquileres, está ya plenamente asentado en los pliegos de demandas de la clase trabajadora. Será en Glasgow donde el conflicto adquirirá dimensión insurreccional y se insertará en un proyecto más amplio de protesta de la clase obrera.

A causa de las restricciones de excepción impuestas por la guerra, no era sencillo ir a la huelga en las fábricas, y la batalla se trasladó a los barrios, protagonizada, una vez más, por mujeres y con fuerte implicación laborista. Los huelguistas interpelaron al gobierno, que tuvo que prometer programas de vivienda pública. Al acabar la Primera Guerra Mundial son muchos los países europeos, en general los socialdemócratas, donde el Estado comienza a desarrollar una política activa de vivienda pública y, por primera vez, los trabajadores van accediendo a la propiedad de las mismas.

conventi

Cualquier genealogía de los movimientos urbanos y populares en México se topa con el movimiento inquilinario de los años veinte, de nuevo, como en el caso argentino, con un fuerte componente anarquista. El problema de la vivienda en las ciudades mexicanas en proceso de crecimiento capitalista era el acostumbrado. Era un tema en boca de todos (partidos, gobierno, ciudadanos) que no encontró respuesta oficial alguna. Los sindicatos comunistas y anarquistas, apoyados en la realidad social, tomaron la determinación de crear sindicatos de inquilinos y apoyar una huelga a escala nacional. Hay autores que opinan que fue un movimiento espontáneo apoyado luego por organizaciones políticas, otros hablan de planificación…sea como fuere implicó a amplias capas de la sociedad mexicana.

En enero de 1922 las prostitutas del puerto de Veracruz inician las protestas por los precios de los cuartos de alquiler, y pocos días después se funda el Sindicato Revolucionario de Inquilinos. En Veracruz el discurso predominante es el anarquista. Seguidamente, los comunistas organizaron en la capital el movimiento, que pronto se extendería a todo el país. En Veracruz llegó a participar la mitad de la población y en México Distrito Federal hubo manifestaciones multitudinarias y se produjo un número de afiliaciones inusitado. Como en el caso de Glasgow, los inquilinarios ya no demandan ante los caseros sino ante las más altas autoridades del estado.

Uno de los ejemplos más conocidos de resistencia popular a la carestía de la vivienda y sus nefastas consecuencias es el de la Barcelona de los primeros 30. Las huelgas de inquilinos anarquistas contaban ya con precedentes (Sevilla en 1919) y tendrán reflejos (Tenerife en1933).

Entre 1920 y 1930 llegaron 300.000 personas a Barcelona. La construcción de vivienda obrera fue escasa, dando como consecuencia las habituales situaciones de hacinamiento y subarrendamiento: en los primeros 30 la cohabitación no familiar alcanzaba al 21% de los obreros no cualificados. Es la Barcelona del barraquismo industrial, donde se forjaría uno de los ambientes más combativos y politizados de la Europa del momento, con especial incidencia del anarquismo y de la CNT.

elpais.com | AA. VV. DE PALOMERAS

elpais.com | AA. VV. DE PALOMERAS

En 1930, ante una subida brusca de los alquileres, se inicia espontáneamente una huelga de alquileres en el barrio de Barceloneta, que se extiende rápidamente a otros barrios. El trasfondo de la movilización es vecinal y asambleario. En 1931, ya durante la Segunda República, un grupo del Sindicato de la Construcción de CNT crea la Comisión de Defensa Económica (CDE), que se centra en el asunto de la vivienda y de los alquileres. La manifestación del Primero de mayo de ese año es convocada por el sindicato anarquista en la ciudad bajo el lema » contra el paro, la inflación y por la rebaja de los alquileres».

La huelga de alquileres llega el verano de 1931 y se alargará todo el año. Durante los meses de verano se multiplicaron las demandas de desahucio en las barriadas obreras de Barcelona, donde la CNT tenía un gran peso. Significativamente, el mayor número de impagos, en las barriadas periféricas, coincide con las zonas donde posteriormente habrá un mayor impulso de la revolución social y la instauración del comunismo libertario. Ante la intensa represión gubernamental, los huelguistas optaron por la acción directa, realojando a las personas desahuciadas de nuevo en las mismas viviendas o en otras ocupadas. Aunque la huelga se dio por terminada este mismo año, durante 1932 continuaron los impagos en barrios como Cases Barates, la Torrassa, el Clot, o en el Raval.
Ya en la transición, el movimiento vecinal retomaría en España la lucha por la vivienda digna. En ese contexto también se pararían desahucios, se okuparían espacios como medida de presión y se reclamarían soluciones habitacionales, aunque el régimen de habitación de las clases trabajadoras iba cayendo –el giro se completaría en los ochenta- del lado de la vivienda en propiedad. Hoy, sin embargo, más de la mitad de los desahucios que se producen en el país son de nuevo por no poder pagar el alquiler.

De nosotros, y de nadie más, depende nutrir el entorno de apoyo mutuo y participación política de base que ha propiciado el Movimiento por la Vivienda. Su experiencia ha supuesto un rail a seguir para el empoderamiento popular que, como hemos visto, no nace de hoy. Aún estamos lejos de poder pensar que nos movemos en un proyecto político profundamente transformador, pero, si conseguimos integrarlo en una lucha más global estaremos infinitamente más cerca de lo que sus protagonistas estuvimos antes.

BIBLIOGRAFÍA:

Barcelona. Las huelgas de alquileres de ayer. (n.d.). Etcétera: Correspondencia de La Guerra Social, 40(Mayo 2006). Retrieved from http://www.sindominio.net/etcetera/REVISTAS/NUMERO_40/numero_40.html

Durand, J. (1989). Huelga nacional de inquilinos: los antecedentes del Movimiento Urbano Popular en México. Estudios Sociológicos, 61–78.

Martín, Sebastián. (2014, January 28). Baracaldo, 1905: nuestra primera gran protesta antidesahucios. Http://eldiario.es. Retrieved from http://www.eldiario.es/contrapoder/lucha_por_los_derechos-derecho_a_la_vivienda_6_218788135.html

Ordovás, M. J. G. (1998). La cuestión urbana: algunas perspectivas críticas. Revista de Estudios Políticos, (101), 303–333.

Yujnovsky, I. (2004). Vida cotidiana y participación política:«la marcha de las escobas» en la huelga de inquilinos, Buenos Aires, 1907. Feminismo/s, N. 3 (jun. 2004); Pp. 117-134. Retrieved from http://193.145.233.67/dspace/handle/10045/3162

Manuel Pardiñas, «sin taras hereditarias ni estigmas degenerativos»

Os dejo con una recreación del asesinato de Canalejas. Manuel Pardiñas, que disparó al presidente del gobierno con su pistola Browing frente a la librería San Martín, en la Puerta del Sol, y luego se disparó en la sien, es interpretado por un joven e irreconocible Pepe Isbert. Pardiñas, que recorrió medio mundo y venía en ese momento de Francia, cuando estaba en Madrid se alojaba en Cuatro Caminos, en casa de Emilio Coronas (c/ Carlos Rubio, 3). Cerca de casa.

Y unas perlas de la autopsia de Pardiñas y un estudio “sociolegal” de 1912, en un volumen en el que se plantean resolver, entre otros enigmas, “¿Qué es el crimen anarquista?» o «¿Cómo se defiende la Sociedad Actual de los anarquistas». Nos lleva a Lombroso y sus supersticiones fisonómicas, pero también a la estigmatización con que las élites clasificaban a las clases populares, uniendo moral y biología (en este caso concreto entorno al crimen y la ideología).

“Únicamente puede señalarse como pequeña prueba de anormalidad la asimetría en las dos mitades de la cara”

“no se observa la implantación de vicios a que suelen ser estigma de los degenerados”

“La falta de vello por todo su cuerpo indicaba un marcado infantilismo”

“Pardiñas era antropológicamente un ser normal , sin taras hereditarias ni estigmas degenerativos”

Se dice que Pardiñas llevaba “vida bohemia”, “se inclinan al desorden, odian el Derecho…esa vida errante favorece la criminalidad”

Mucho más aquí: El asesinato de D. José Canalejas 1912

Cuando subirse al tejado no sirve para defender el territorio

Okupación del colegio San Agustín en Zaragoza en 1996 | http://www.zaragozarebelde.org

Okupación del colegio San Agustín en Zaragoza en 1996 | http://www.zaragozarebelde.org

Hace tiempo, en una reunión en la azotea de Ofelia Nieto 29 en la que se estaban planteando estrategias de defensa de la casa, se sugirió construir una estructura sobre el tejado y adiestrar a algunos activistas para escalar allí, a fin de disuadir a la policía de entrar por la fuerza en la casa. Ya en el primer intento de desalojo, abortado por la agrupación activista, dentro y fuera de la casa, en agosto de 2013, se habían encaramado varias personas al tejado.

Allí, cobijados en el territorio que habíamos defendido -y debíamos seguir defendiendo-, subidos al terrazo donde habitualmente se tiende la ropa y se cena en verano, me venían a la cabeza variopintos ejemplos de defensa del territorio. Subir arriba para ser visibles, para exponer la posible agresión, para defenderse del asedio…Por otro lado pensaba en algo que no por evidente deja de antojárseme importante: tener un espacio aprehensible que defender o al que encadenarse, una amenaza fácil de resumir en tres palabras y una franja de tiempo para la batalla nos lo hace todo un poco más sencillo. Pero no siempre es así.

Volviendo la memoria del revés puedo recordar las movilizaciones por la defensa vencida del valle Riaño, en la montaña leonesa, con las imágenes de los habitantes de los siete pueblos anegados por el agua enfrentándose a la guardia civil armada y subidos a los tejados de sus casas. La amenaza era muy concreta: la inundación del territorio que habitaban y del que vivían para construir un pantano.

Pienso en las ZAD (Zone A Défendre) organizadas en Francia. Gentes de distintos orígenes e ideologías, con diferentes estrategias y también con las lógicas discrepancias que ello acarrea, se coordinan para boicotear y obstaculizar las máquinas que pretenden arrasar espacios naturales, para construir un aeropuerto o un pantano. Algunas de las imágenes que nos regala esta experiencia de resistencia la protagonizan también personas subidas a los árboles de estos parajes.

Muchos son los ejemplos evocadores de defensa de un territorio, recientes y a menudo en un escenario urbano, como la defensa de Centros Sociales Okupados. Recordamos lo mismo Hamburgo, con las movilizaciones y disturbios por el desalojo del Centro Social Rote Flora, en enero de 2014, que Barcelona, con la defensa de Can Vies donde, además, los vecinos de Sants consiguieron con su movilización frenar la demolición del viejo edificio del metro en mayo del mismo año, y han puesto en marcha, posteriormente, una reconstrucción financiada por suscripción popular (o como ahora lo llamamos, crowfunding). Una vez más, el encierro numantino en el territorio –éste con cuatro paredes, el inmueble okupado- y el encadenamiento en alturas es un clásico de la resistencia de las casas okupas, pocas veces eficaz, a decir verdad.

Foto de http://ondaexpansiva.net

Foto de http://ondaexpansiva.net

Saliendo del entorno okupa es insoslayable en este breve relato el caso reciente del barrio de Gamonal, en Burgos, donde el asamblearismo vecinal y las barricadas consiguieron en 2014 parar, por segunda vez, la construcción de un bulevar rechazado por los vecinos. No tengo registrados tejados en este caso, pero sí la coincidencia con los ejemplos anteriores de un vector defendible donde se cruzan el espacio y el tiempo, una amenaza delimitable e inminente y un lugar reconocible al que acudir: el bulevar, las obras donde hay unas máquinas cuyo motor no debía ponerse en marcha.

Rizando el rizo de la defensa del territorio, y permitiéndome una licencia metafórica, tenemos en la retina la imagen de los presos  españoles subiéndose amotinados a los tejados de las cárceles a la altura de 1976 o 1977, en el contexto heroico de la C.O.P.E.L. (Coordinadora de presos españoles en lucha). Los presos en el penal del Hospital Penitenciario subidos a las alturas en el 76, o los 800 encarcelados subidos a los tejados de Carabanchel en 1977, al grito de amnistía. Si el territorio ultrajado podría ser, en este caso, el propio cuerpo, encerrado en otro territorio opresor, de nuevo encontramos la urgencia de subir para defenderse.
Pero no siempre es así, decíamos. Cuando la agresión es dispersa no sabemos hacia donde correr a reagruparnos, y hoy las ráfagas lanzadas contra nuestros barrios son diarias, disipadas como una atmósfera opresora, lluvia fina que cala quemando la piel.

Una mujer es desahuciada en la calle de al lado hoy sin que su vida se haya cruzado con ningún grupo de vivienda ; ayer a una familia numerosa le cortaron la luz; hoy también una excavadora tira una casa. Y nadie se enteró hasta escuchar el estruendo de los muros en derrumbe. Mañana el colegio público del barrio se quedará sin profesoras de infantil porque no se cubre una baja por maternidad, como sucede cada mes en el centro de salud…
Con demasiada frecuencia no tenemos tiempo de subir la mirada y atisbar un alto –un tejado, un árbol- al que encaramarnos, ni contamos con cómplices que junten sus manos para auparnos.
Y por aquí, sin soluciones.

La lotería a través de los ojos llorosos por un trancazo

Llega la lotería de navidad y me pilla con un trancazo de esos que nubla los sentidos y te hace mirar el mundo con escepticismo mocoso. Para mí la lotería de navidad nunca ha sido un momento importante. Probablemente porque nunca me ha tocado. Nos ha jodido. No, no sólo por eso. La lotería llega, pasa, y yo -a lo sumo- he fantaseado diez segundos con que me toca el décimo del curro y me permite saltar de la monotonía del trabajador asalariado a, pongamos, las apreturas de un librero por cuenta propia. “Tu es que tienes alma de pobre”, me diría cierto amigo.

La lotería me la pela, pues. No así un momento, las semanas antes del sorteo, en que mi familia paterna se reúne a intercambiar lotería. Este año, de repente, falta gente muy importante, las matriarcas de esos aquelarres cariñosos, y la puta muerte vuelve a embarrar la purpurina de las navidades.

A la lotería se puede enfrentar uno de diferentes maneras. Si le toca a alguien que quede cerca me alegraré, me emocionaré y hasta haré míos sus cortes de mangas a quienes corresponda. También se la puede mirar a la cara y reconocer en su gesto amable un nosequé que te revuelve las tripas.

La lotería es como el carnaval, una fiesta de inversión de valores que sirve para que no nos dé por entrar como salvajes castradores a las mansiones. Es, a la vez, la confirmación por la vía de la necesaria excepcionalidad, de la falacia del ascenso social en el capitalismo. Hoy será una de las pocas veces que saldrá gente pobre en la tele para algo que no sea criminalizar sus barrios. Hoy tocará –inversión obliga- más dinero a ricos que pobres, pero las cámaras azuzarán nuestros sentimientos con brindis callejeros, oficinistas borrachos y pueblos rejuvenecidos.

Y mucha lágrima. Lágrimas que se mezclan con otras provenientes de una vida trágica que se extiende como una enfermedad infecciosa estos días. A veces una vida realmente apaleada, a veces, simplemente, una vida que se esconde a llorar a solas sus inconsistencias. Fuera de análisis –o aproximaciones sencillas, como las de un párrafo atrás- me parece realmente jodido: se cocina una capa de nata para cubrir la mierda con las emociones tocadas de la gente.

Normalmente la lotería no da en mi vida ni para quejas. Hoy el dolor de las articulaciones mientras sube la fiebre aporta a mi mirada la necesaria dosis de cinismo para escupir estas líneas y el anclaje momentáneo con la vida para enervar mis ánimos. Y no, no me ha tocado.