¿Por qué ya no me gusta el Procomún?

Solía gustarme mucho el concepto de procomún. Algunos amigos hacían coñitas, incluso, con lo pesado que era con el término. “Sí, sí procomún ¿esto es procomún? ¿Y aquello?” Me sigue interesando, pero me ha cansado mucho el manoseo teórico al que lo hemos expuesto.

Lo común es algo bastante intuitivo, un concepto inspirador. No puedo dejar de pensar que lo común queda muy limitado cuando sólo se trata de diseccionar las dinámicas de campos de labranza, cuya realidad jurídica y vivencial, encima, no somos capaces de acomodar en la actualidad de forma satisfactoria.

O de un internet definido así, de forma difusa, como el nuevo vivero de conocimiento al alcance de todos, excluyendo las relaciones de poder y las asimetrías que también existen en la red. A menudo se nombra a internet como un comunal en lugar de preocuparse de construir comunales dentro de internet.

Y sobre todo, atamos nuestras elucubraciones teóricas a “prototipos”, “instalaciones”, “laboratorios” y demás construcciones separadas de las cosas comunes que se encuentran (a veces presas, a descubrir) en la calle.

Puestos a recuperar, además, el concepto, creo que deberíamos hinchar su calado político – en el sentido de gobierno de lo público, y no sólo de gestión compartida, que por supuesto también es política-. En castellano, y en la temprana Edad Moderna, el Pro Comunal y el Bonum Communae (Procomún y Bien común) venían a ser equivalentes, y se referían tanto al aprovechamiento común de las tierras como al buen gobierno. Este buen gobierno estaba, claro, supeditado a las élites, pero era el aparataje teórico que sustentaba, por ejemplo, el derecho a revelarse frente al mal gobierno y la ruptura del pacto social que lo sustentaba.

Muchas son las tradiciones políticas a las que se podría ligar este bien común + procomún por supuesto, o mejor, ciertas miradas concretas desde el comunismo, el anarquismo , la autogestión y hasta la democracia cristiana o el liberalismo social (lo admito). Pero por otros derroteros. A través de otros debates.

Ya no me gusta tanto por eso el concepto de procomún. Porque no me gusto yo mismo pensándolo tanto como me gusto haciéndolo. En Ciudades Rebeldes, David Harvey habla de lo común como algo que aparece cuando la gente hace suyo algo. Así, un mismo parque puede ser común o no serlo, dependiendo de si una comunidad humana se lo apropia, lo llena de sus sentidos, lo hace funcionar a sus ritmos…De la misma forma, explica como, dentro de la lógica del capitalismo, el capital intentará despojar a esa comunidad de su procomún en cuanto se haya convertido en algo valioso.

No estoy seguro de que haga falta una gran elucubración teórica para convertir ese parque en común, sólo desgastarlo y confrontarlo a la comunidad (la construcción de la comunidad me parece un asunto más enjundioso, en realidad). Tampoco estoy muy seguro de que el debate habitual sobre los comunes – impregnado más de lo cultural que de lo político, en el sentido que he apuntado – sea capaz de impulsar las resistencias a la desposesión capitalista.

Apunto para pensar haciendo: hinchar lo político en lo común – defenderse – hablar menos – gruñir más – no publicar pensamientos a medio construir como éste