Crónica tardía del mundial que no vi

Diciembre es un mes raro para ver un mundial de fútbol, pero fue el del último. Entonces redacté un hilo en Mastodon con impresiones de aquellos días. No tenía muchas ganas de verlo, pero la pasión recién estrenada de D. por el fútbol me llevo a atender en algunos partidos, sin demasiada pasión. El otro día recordé el hilo y pensé, ¿por qué no lo pones todo seguido en el blog? Aquí está. Desde el mundial he vuelto a ver más fútbol, exactamente por la misma razón: acompañar a D. Es divertido y frustrante a ratos, como siempre fue.

#ElMundialQueNoVeo

22 de noviembre de 2022

Voy a ir escribiendo en un hilo un pequeño diario –probablemente inconstante– de los días en que transcurre #ElMundialQueNoVeo. Como a la mayoría, no siento ninguna cercanía con este mundial, pero mentiría si dijera que mi único desinterés proviene de los DDHH. Esto es solo el ejercicio de parar cinco minutos a pensar sobre los días y dejar correr los dedos. Para una crónica de verdad (tampoco solo sobre fútbol) seguid a @ignaciopato. Luego subo el primero.

Esta mañana, después de dejar a D. en el cole, me quedé esperando a R. en la calle. Miré el móvil y vi un mensaje de K. “Ha muerto Pablo Milanés”. Llorar en la calle por desconocidos debe ser cosa de los 45. Sentir en el lagrimal cómo raspan los recuerdos al irse. Conciertos con mi madre, cantos exaltados con amigos, “yo pisaré las calles nuevamente” marcando el ritmo de las manis dentro del cráneo. Sé –también por el teléfono– que ha perdido Argentina. Y ya no me importa.

24 de noviembre

El señor fútbol se pasea por el espacio público desnudo, con la espalda arqueada hacia atrás y ofreciendo sus pelotas al paso. Ayer por la mañana lo comentábamos en la cola para votar en el consejo escolar del cole. “Si está bien jugar al fútbol, pero lo cierto es que ocupan todo el patio y, las demás, arrinconadas”. Por la tarde, en la biblioteca donde trabajo: GOOOOOL a voz en cuello. Más de cincuenta chavales viendo el partido y gritando en la sala de estudio.

A una compañera: ¿Dónde está escrito que en la biblioteca no se pueda ver el fútbol”? Al de seguridad: «Sí, señor, ya nos callamos». El imberbe que llevaba la bandera de España a modo de capa paseándose toda la tarde por allí, ofreciendo sus pelotas al paso.

27 de noviembre

Viernes. Niños, niñas y abuelos con batucada. La mejor alianza posible para reivindicar una vez más –van tres manis, la última el viernes– que el Ayuntamiento no destruya una pista deportiva construida y a estrenar para hacer un nuevo mega gimnasio. La política municipal madrileña es, hoy, el mejor observatorio de la paradoja: se saca pecho con el deporte y se destruye el suelo donde germina. Aquí la batucada (rabien los haters de los tambores). Y aquí la historia.

Sábado. He visto el partido entre México y Argentina. Pues sí. Mi hija me buscó un enlace pirata. No le interesa el fútbol, pero faltó un profesor en el instituto y les dejaron ver no sé qué partido. Tampoco sé qué pensar de ello (o pienso diferentes cosas). Constato que ya no voy incondicionalmente con Argentina y que, probablemente, toda mi generación, hija de las venas tensas en la cara de Maradona, ya no es más barra brava de todo cien cada cuatro años.

He bajado a por algo para hacer la cena a la tienda de Juan y Ana (la pareja china que regenta los ultramarinos de mi calle). Alberto me ha saludado desde detrás del cristal con la albiceleste puesta. Su bar está hasta arriba de argentinos viendo el partido. Una vez me confesó que solía llevar la camiseta de River pero no le interesaba mucho el fútbol –yo creo que es mentira–.

Algo así: “Como soy argentino, todo el mundo espera que me guste el fútbol y me habla de ello. Yo hago como que entiendo…además, tengo este bar, ¿qué quieres?” De la pared del garito cuelgan fotos de Gardel, Messi, el Che Guevara y Maradona (un cuadro muy bonito que le hizo un parroquiano). Argentina ha ganado y yo he sonreído desde enfrente de la pantalla del ordenador al bueno de Alberto. #ElMundialQueNoVeo (¿o sí?)

28 de noviembre

Vi Argentina. 1985. Fue una experiencia hilvanada por las distintas fases y naturalezas de la lágrima. Apretar el párpado, mirar de reojo a mi compañera en el sofá, romperse el dique, llanto contenido y, ya, indisimulado…También fue rabia, pena, emoción, orgullo en diferido…Hay una escena –viene destripe leve– que es el espejo lacerante de la historia de España. Sabes desde el principio que viene, no cuenta nada que no sepas ya, pero origina un boquete en nuestra biografía colectiva.

Ya hemos visto cómo es la familia del ayudante del fiscal, el famoso Julio César Strassera. Gente de bien y orden. Su madre va a la misma iglesia que Videla. En el momento que Darín- Strassera le dice algo así como “nunca vamos a convencer a tu madre y a la gente como tu madre” sabes que sí y que será un punto clave del relato. Y sucede, claro. “Tenías razón, Videla debe estar en la cárcel”, dice la señora por teléfono

Son muchas las familias que no querían ver que tuvieron que enfrentarse al relato desgarrador de las víctimas de torturas del régimen militar. Sabían que algo pasaba y habían decidido seguir compartiendo mantel con los responsables como buenos vecinos, pero casi nadie puede enfrentarse a los niveles de abyección moral que se alcanzaron en la ESMA. En España nada de esto sucedió.

En 1978, mientras la mayoría de los periodistas desplazados a Argentina para ver el mundial 78 cubrían el partido inaugural, la televisión holandesa daba voz a las Madres de la Plaza de Mayo. “Nosotras solamente queremos saber dónde están nuestros hijos, vivos o muertos” Su grito colectivo, rotundo y sufriente, llegó al mundo entero. Habían mandado una carta a todos los futbolistas argentinos. De este mundial, aun esperamos algo más que gestos mientras miramos avergonzados.

Vi por casualidad unos minutos del Brasil-Suiza. Vinicius, con el partido ya ganado, hace una rabona sin sentido ni utilidad. Un desprecio a lo le queda de nobleza al deporte.

El vídeo de las Madres de la Plaza de Mayo. Ved la peli

30 de noviembre

El otro día estuve hablando por teléfono con José Ignacio, el entrenador de un equipo de barrio al que su fricción con la realidad le ha llevado a montar una obra social. Un día su hijo –también pupilo en el ADC Malasaña– le dijo que un amigo quería apuntarse a jugar. “Dame el teléfono de sus padres y hablo con ellos”. Se topó entonces con una realidad que desconocía: la de los niños tutelados por la Administración.

Están en los colegios de nuestros hijos, pero parecen invisibles y sufren el estigma impregnado por la mala baba, filtrada a través de los medios de comunicación tolerantes con el fascismo e intolerantes con los más débiles. Se plantó en la residencia donde vivía y empezó a llevárselo a los entrenos y partidos. Luego, fueron llegando más críos tutelados al equipo. Este año, ha montado ya una especia de obra social para que nadie se quede sin jugar al fútbol en el barrio. Podemos echar una mano aquí

2 de diciembre

Del primer mundial que tengo memoria no vi ningún partido. En 1982 tenía cinco años y tengo el recuerdo del ambiente. Naranjito, Sport Billy y un nosequé más que no puedo concretar con palabras. Supongo que tiene que ver con lo que hacen los mayores en el salón, lo que hablaba la gente a tu alrededor o las palabras que salían de la radio, aunque para ti fuera solo un zumbido de fondo.

Ayer salí a merendar y de reojo capté, a través de los cristales, campos de fútbol en los televisores de un par de bares. Entré en Rodilla, pedí unos sándwiches y, quizá por esto del ambiente pegajoso, cogí de entre los periódicos del día colocados para los clientes el AS.

Lo ojeé sin mucho interés, de arriba abajo. No sabría decir la cantidad de años, muchos, que no leía un diario deportivo. Entonces lo solía hacer de la contraportada hacia delante. Paro en una columna: “Takahashi: Gavi y Pedri son los Oliver Atom de ahora” Era el creador de la serie. Visto lo visto, mejor animador que augur.

10 de diciembre

Vuelvo a este diario del mundial ya sin mundial en primera persona para los españoles. Estos días visité Mérida. Mirando el graderío carcomido del circo romano me dieron ganas de trasladar aquí alguna analogía. Lo descarté a los cinco minutos. Menos mal.

Marruecos ganó a España. D. se enfadó, yo me lo tomé con bastante relajo y me alegré por Chaima, por Karim, por Anwar, por mi vecino de enfrente…Imaginé latir fuerte el cemento en la zona de la mezquita del barrio, quince minutos andando hacia el norte por Bravo Murillo. Y me pareció reconfortante

Sentí cercanía con los vecinos y rechazo por el régimen de Mohammed VI; sonreí cuando los jugadores de la selección sacaron la bandera de Palestina, pero, a continuación, rabia cuando entonaron cantos sobre la ocupación del Sahara. El régimen, tan amigo de nuestro borbón viejo, tan caro cancerbero de nuestras fronteras, cómplices de un crimen global. Por la geopolítica mandaría a la mierda al mundial y al Estado. Por los vecinos sonrío.

16 de diciembre

Yo no tenía ganas de ver el mundial. Sentía más desapego que boicot, aunque seguramente los Derechos Humanos tuvieran pellizco en esa sensación de indiferencia. Lo he visto a ratos –más de lo que suponía iba a hacerlo– y he ido dejando unas pocas impresiones por aquí –menos de las que suponía dejaría–, con poco contenido futbolero y algo más de costumbrismo ambiental, en todo caso.

Más arriba dejé dicho que las simpatías improvisadas han tenido que ver con los nombres propios que podía ponerle a cada camiseta. Y al conocimiento de los músculos de sus rostros. A veces, no es necesario conocer mucho a una persona para imaginar la cara que pondría en un momento de nervios o de alegría desbordada. En ese gol.

Esas caras han resultado ser argentinas o marroquíes. También me he dado cuenta que ver un mundial desapasionadamente echa lastres afuera. Por ejemplo, permitirme cambiar de equipo a lo largo, no ya de una competición, sino de un mismo partido. Como hace la gente que no sabe de fútbol.

Yo iba, de aquella manera, con Holanda cuando jugó contra Argentina. El que antaño solía ser mi segundo equipo en el mundial, el primero con opciones de ganarlo, ahora se me hacía un equipo antipático y vulgar. Pero resulta que D. (8) adora a Messi. Ha visto más fútbol en el álbum de cromos que en la tele. Pero adora a Messi y lleva a con orgullo cierto un cromo especialísimo que solo él tiene en clase.

“–Papá, ¿a que Messi es el mejor?”
–Sí hijo, uno de los mejores jugadores que hay.
–No, papá, el mejor, pero el mejor de la historia.
–Hombreeee. Y yo soy del mundial 86.

Antes de empezar la prórroga, bajé a por una cerveza a la tienda de Juan y Ana (que son quienes regentan el ultramarinos chino de la calle). Iba pensando en D. y sus saltitos nerviosos frente al televisor. Pasé por el escaparate del Iguazú, el bar argentino de Alberto, de quien ya os he hablado. Lleno de albicelestes, chicos y chicas con los labios amoratados por sus propias dentelladas nerviosas

Alberto me saluda con una sonrisa todas las noches desde el otro lado del cristal cuando regreso del trabajo. Yo me giro, le correspondo con un gesto y me topo con el cuadro de Maradona en la pared. Acababa de darme cuenta, ¡también está el de Messi! Subí a casa y me puse a animar a la albiceleste junto con D.

Un detalle. La vida sigue, ignorante de las pasiones de este mundial navideño. Ese día que bajé a por una cerveza, mientras sonaba en mi cabeza el interludio porteño de andar por casa, en la otra acera sucedía algo. Sucedía una barricada de libros

Junto a la tienda de Juan y Ana más de un centenar de libros perfectamente apilados en la acera. Alrededor, un grupo de chicos y chicas jóvenes escrutando los ejemplares abandonados. Compartiendo mi cara de preocupación por el cielo apunto de descargar sobre nuestras cabezas. Miro curioso, entro a la tienda a por mi cerveza

Al salir veo pasar a varios chicos ojeando un libro rescatado de su orfandad. “La Iliada”, alcanzo a escuchar. Qué nivel. Junto a la barricada de tinta y pulpa de papel, una chica sola, con gesto de alienígena abandonado en una ciudad tan vulgar y extraña como esta. Y una voz rezagada de la pandilla –“¡Eh! Que los libros eran de esa chica”. Mudanza.

22 de diciembre

Habría sido un gesto bello que en la celebración del campeonato algún futbolista argentino agarrara el micrófono y empleara el torrente de excitación desbordada en el que se encontraban todos sumidos para reclamar la libertad de Amir Nasr-Azadani, el futbolista iraní condenado a muerte por levantar la voz por los derechos de la mujer.

Un gesto refulgente que, sin embargo, habría servido para desanudar todas nuestras contradicciones. Una pose oenegista y socialdemócrata. Ojalá hubiera sucedido, pero, a la vez, está bien no tener esa coartada.

Terminado el mundial de Qatar, puedo decir que este acabó por ocupar más espacio del que en un principio hubiera pensado desde el desapego no militante. Mirándonos a J. y a mí ver el último partido, se podría decir que fue un espacio vulgar: un espectáculo grandioso encerrado en una tarde de domingo en casa viendo la televisión. Como una buena peli.

Sin embargo, la diferencia con otro espectáculo apabullante –y de esta grandeza nacen también sus miserias– es que no se agota en la representación, salta a la calle y se muestra tan vivo allí como en las gradas vociferantes de un estadio

Un rato después de terminado el partido, una mujer bajo el dintel del bar de Alberto –unos cincuenta años, gafas de ver, pelo rizado– sostenía un teléfono móvil frente a su boca. Le cantaba a su interlocutor, con emoción cómplice, la canción Muchachos, que ha servido de himno plebeyo a la hinchada albiceleste. Había compuesto ya unos versos que hablaban de la final que acaba de suceder.

Tardé mucho en cerrar este hilo con la crónica inconstante del ambiente mundialista a mi alrededor #ElMundialQueNoVeo [FIN]

13-O: una mani por el derecho a la vivienda con muchos debates internos y un solo grito de llamada a la atención de todos

Pancarta de PAH Villalba

Estuvimos D y yo un rato en la manifestación en defensa de la vivienda de esta mañana. Aunque la marcha partía de Atocha, fuimos al punto de encuentro del bloque formado por distintas organizaciones por el derecho a la vivienda –bloque crítico, podríamos decir–. Habían quedado en la plaza de Murillo, que separa el Jardín Botánico del Paseo del Prado.

Allí se podía encontrar algunas PAH –otras saldrían a bordo de la serpiente general–, sindicatos de barrio, Solidaridad Obrera, los autónomos del entorno Trafis, muchachada del Movimiento Socialista (creo que eran)…Un millar de personas, más o menos, de claro perfil activista y en los que había gente mayor –vestían verde Pah–, racializada (también) y chavales muy jovencitos , incluso de instituto.

Un buen contingente representante del movimiento de vivienda de base –excluyendo al hoy pujante Sindicato de Inquilinos de Madrid– que, de todas formas, contaba también con muchos otros activistas del misma perfil integrados entre la masa general.

Mientras esperábamos a que la manifestación se pusiera en marcha, mirábamos atónitos la pasmosa concentración de un grupo que, a orillas del Paseo del Prado, dibujaban a varios modelos. A un lado, un guía explicaba en inglés a un grupo de turistas montados en bici la naturaleza de la manifestación en ciernes, que ya se adivinaba importante.

Al unirse a la marcha, el grupo crítico quedó algo esparcido entre el resto de asambleas y manifestantes marchantes, me pareció, aunque aun harían ejercicios de unidad, como una sentada antes de llegar a Cibeles.

D. y yo anduvimos un buen rato cerca de la cabecera, donde las consignas de la megafonía dejaban clara una de las características más patentes de la convocatoria: la de agregado de debates y posturas alrededor del problema de la vivienda, así dicho en grandes letras (que no es poco). Y las diferencias de enfoque, naturaleza y ambición de los asistentes.

Algunos habían acudido para señalar a Ayuso y exigir el cumplimiento de la Lay de Vivienda. Otros, no pocos, gritaban La Ley de Vivienda, es una mierda, o Caseros, culpables, gobierno responsable.

Un rato después, empezamos a andar hacia atrás por el lateral para encontrarnos con los compas de Decordel, que habían salido bastante después que nosotros. Increíblemente, los retratistas seguían concentrados en su modelo, ajenos a la manifestación. El paseo nos dio la ocasión de ver el catálogo de colectivos presentes (todos) y escuchar los gritos más espontáneos. Una constante: la reclamación del territorio cercano. Los barrios, los barrios, para el vecindario, se cantaba por ejemplo.

No pudimos acabar la manifestación (no puedo echarle la culta a lo diez años de D., que estaba muy dispuesto). La cita servirá o no servirá en la medida de que sea un punto de partida para poner encima de la mesa el problema…y la voluntad popular de pelearlo en la calle más allá de la supervivencia. La sombra de la huelga de enunciada por el Sindicato de Inquilinos es una buena oportunidad. La convocatoria de dos Stopdesahucios, uno mañana mismo (en una casa del IVIMA) y el otro el jueves (por una entidad bancaria), es un recordatorio de que la urgencia habitacional tiene lugar todos los días.