Desde hace ya unos cuantos años mi pléyade de rutinas mañaneras incluía la visita a la página de Javier Ortiz. Aunque él llevaba la tira de años ejerciendo de escribidor en distintos medios yo le descubrí tarde, ya en la red, cuando fue un “resentido social”, antes de esculpirme cada día al menos un “apunte del natural” y de ya al final meterme para mi solaz “el dedo en la llaga”. Con él me tomé una par de copas e intercambié algún mail nada más, pero a su al rededor he hecho buenos amigos y con todos ellos he crecido un poco más como persona, desde la red, la voz y el espíritu crítico.
No querría hacer uno de esos obiutiarios lloreones y autorreferentes de los que tanto se rió en vida el bueno de JOR. Por eso ha dejado su propia despedida.